"Lake Carucedo, a magical place"
A 3 Km de Rural Médulas, El Lago de Carucedo es un lugar ideal para el deporte y el esparcimiento con una preciosa playa fluvial. Formado por las aguas utilizadas para sacar y lavar el oro, es un vestigio más que se conserva de la actividad minera del imperio romano. Desde la carretera general se aprecia toda la extensión del lago, con cuatro kilómetros de perímetro y treinta metros de profundidad. El lago era en la antigüedad un criadero de anguilas y patos silvestres. Se dice que era la reserva piscícola de los monjes de Carracedo, que no comían carne porque estaba demasiado pegada a la tierra.
Como todo lago leonés está lleno de leyendas. Una de ellas relata que fue formado por la abundancia de lágrimas de la Ondina Carisssia, tan enamorada del general romano Tito Carissio; el que conquistó Lancia y dominó todo El Bierzo, tomando Castro Bérgidum, un altozano que hay cerca de Cacabelos. Pues la Ondina Carissia, que allí vivía en la legendaria ciudad de Lucerna, se enamoró perdidamente del guapo general latino, pero el romano, dado que la ninfa era astur, raza y pueblo que los romanos tenían que dominar, la burló y la despreció. El amor no tiene razas ni fronteras; la ninfa sintió tal dolor que estuvo muchos años llorando, y tantas lágrimas derramó que se fue formando el mítico lago e inundando la legendaria ciudad de Lucerna. Así se llenó la hoya con agua cristalina, donde el sol refleja sus rayos en una tonalidad azulada, enmarcada entre las espadañas y las juncias.
Dice la leyenda que todos los años al amanecer del día de San Juan, cuando se abre el alba y el sol dora las aguas, se vislumbra al fondo el reflejo de la ciudad de Lucerna. En esa noche serena, sale la Ondina Carissia del lago de Carucedo a buscar un guapo mozo que la requiebre de amores. Pero como es tan grande el lago es difícil dar con ella. Alguna vez se ha encontrado en la mañana luminosa el peine de cuerno con alguna hebra de sol entre sus púas, que la ninfa se dejó olvidado en la orilla. Siempre hay algún visitante del lago de Carucedo que románticamente se acerca a la orilla y da un beso a sus aguas, para que el lago se lleve el testimonio afectivo del galán que siente la leyenda; y alguno cree percibir en las aguas azuladas algo así como un perfume de rosas silvestres.